Es evidente que la marcha del PLD tenía un único objetivo: vender a Abel.
No fue para mostrar fuerzas, huelga decir que debilitadas, pues carece de sentido en esta etapa. La prioridad es el reconocimiento de su candidato: decirle al país que en 2024 habrá un candidato nuevo, a la par de reinventar una marca que es más popular que su candidato pero que se encuentra maltrecha por los cuestionamientos.
Pero lo importante es vender a Abel y eso se logró.
Los focos estuvieron sobre el aspirante (ya legitimado en el imaginario peledeista como el nuevo producto de la prometida fábrica de presidentes).
Bailó al estilo Leonel (hábito que debe abandonar) y, en compañía de su señora, se paseó por una capital que aún le resulta ajena.
Todos los focos sobre sí. Nunca sobre los demás miembros del Comité Político, ni siquiera sobre los pasados aspirantes presidenciales, ni la imagen lograda por un intrépido lente en el que Danilo saluda y en el fondo emerge, como sombra que le persigue, un retrato de Leonel.
No hubo reparos para Margarita y su gorra, la que decía su nombre, no porque fuese de la recién pasada precampaña sino nueva, tan nueva como su impostergable destino.
Comments