top of page
WhatsApp Image 2023-06-12 at 6.50.21 AM.jpeg

EL PERRO QUE SE QUEDÓ JUNTO AL CAMIÓN… DURANTE AÑOS

  • revistalaprensa55
  • hace 6 días
  • 2 Min. de lectura
ree

Fuente externa

La Prensa

La carretera Panamericana recorre el sur del Perú como una cicatriz inmensa. Polvo, viento, camiones, silencio. Y fue allí, en el kilómetro 1043, donde comenzaron a ver al perro.

Un mestizo gris, delgado, con mirada triste y orejas puntiagudas. No se movía del mismo punto. Junto a un camión oxidado, abandonado en la cuneta.

—Debe estar esperando a su dueño —dijo un conductor.

—Eso fue hace años —respondió otro—. Ese camión volcó en 2014. El chofer murió. Nadie volvió por él.

Pero el perro no se iba.

Lo llamaron “Faro”, porque parecía una señal en mitad del camino. Algunos camioneros empezaron a dejarle agua, pan duro, restos de almuerzo.

—Está flaco, pero nunca se va —decían—. Cuando pasamos, nos ladra. No por molestia… es como si nos pidiera que no olvidemos.

Una señora de un puesto cercano intentó llevárselo.

—Vente, chiquito. Aquí tendrás sombra y comida.

Faro la siguió hasta la puerta… y luego regresó al camión.

Otro hombre trató de adoptarlo, pero a las tres noches, Faro se escapó y volvió al kilómetro 1043.

Allí dormía, comía, vigilaba. Bajo el sol abrasador. Bajo las estrellas frías del desierto.

Una vez, un grupo de jóvenes intentó pintar el camión con grafitis. Faro se puso delante. No ladró, no mordió. Solo se interpuso. Como si protegiera algo sagrado.

La noticia llegó a una radio local.

— ¿Cómo puede un perro quedarse años esperando a alguien que ya no va a volver?

Un viejo camionero dio la respuesta más simple:

—Porque no todos sabemos irnos cuando el corazón se queda.

El municipio quiso remover el camión. Los vecinos protestaron.

—Déjenlo. No molesta. Es su templo. Su tumba. Su razón.

Y así, durante casi cinco años, Faro custodió ese rincón del mundo. Nunca dejó que lo olvidaran.

Hasta que un día, no lo vieron más.

Creyeron que se había ido. Pero no. Estaba allí, detrás del camión. Acostado. Como siempre. Solo que… ya no respiraba.

Unos niños lo encontraron. Le pusieron flores. Le cubrieron con su manta vieja. Y los camioneros de paso, uno a uno, comenzaron a tocar el claxon al pasar por el 1043.

Como si saludaran a un compañero de ruta.

Hoy, en el costado del camión, hay una pintada diferente: la silueta de un perro mirando al horizonte. Y abajo, escrito con letras blancas:

“Faro. El que no dejó que el amor pasara de largo.”

Historia tomada de la cuenta de Facebook, de Ankor Inclán

 

 

 

 

 

 

Comentarios


bottom of page