Literatura La novela de Lisette Vega de Purcell: Vivencias consentidas en el arte del novelar
- revistalaprensa55
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BRUNO ROSARIO CANDELIER
Lisette Vega de Purcell es una escritora dominicana autora de ensayo, poesía y novelas sobre temas vinculados a sus intuiciones y vivencias. Se trata de creaciones literarias formalizadas mediante el uso ejemplar de la palabra y, desde luego, con la aplicación de formas estéticas y ecursos narrativos propios del arte de la creación verbal.
Como narradora plasma variadas formas del buen decir a través de procedimientos narrativos que aplica con la particularidad, en primer lugar, de acudir al caudal de sus vivencias entrañables; en segundo lugar, emplear testimonios de su propia experiencia de vida como fuente de su creación. Y, en tercer lugar, hacer de la palabra el cauce de su sensibilidad estética para plasmar la vocación literaria que inspiran su talento y su inspiración.
Cuando un narrador asume la palabra para crear es porque se siente motivado a testimoniar el caudal de sus intuiciones y experiencias, el aporte de su fabulación y el sentido de su creación a la luz de sus apelaciones entrañables. Lisette Vega ama la literatura, cultiva la palabra con pasión y, mediante el sentido edificante, elabora una creación con lo que intuye, imagina y vive, pues lo que siente y valora, lo que resalta y enaltece la motiva a canalizar el testimonio de su sensibilidad estética y su conciencia espiritual, y, en tal virtud, procura incentivar en el lector una valoración de la vida, la naturaleza, la palabra y la cultura, como efectivamente siente y valora esta escritora identificada con la trayectoria de la literatura hispánica en la que se ha nutrido y con la base de la literatura dominicana que estudia y valora.
En la novela Una vez… dos vidas, Lisette Vega de Purcell asume la historia como fuente de fabulación. ¿Qué significa ese recurso? Que ella toma datos de la realidad histórica, vale decir, acude a hechos del pasado para articular una ficción, pero al documentarse en el pasado tiene que ser fiel a lo que ocurrió, al tiempo que tiene que verbalizar lo que concibe su imaginación para darle forma y sentido a la fabulación, que es la esencia de la novela. Además, la autora escribe desde la memoria, vale decir, la memoria personal y la memoria vicaria. La memoria personal es la propia, la que se funda en las propias experiencias, en su contacto con la realidad, para darle curso a lo que ha atesorado en su conciencia. Y la memoria vicaria es la que se inspira en la experiencia ajena que asume como propia para aprovecharla en su creación.
Pues bien, esta obra de Lisette Vega recrea sus intuiciones y vivencias mediante hechos y fabulaciones. En primer lugar, se trata de hechos que parten de la realidad vivida porque en el inicio de su novela ella recrea episodios de la Guerra Civil Española que en 1936 se desató en España entre dos bandos opuestos, la derecha y la izquierda, y fue terrible, pues durante tres años, desde 1936 a 1939, los españoles vivieron una etapa dura, de una terrible crueldad protagonizada por los partidarios de la izquierda que pensaban llegar al poder destruyéndolo todo, azotándolo todo, desvirtuándolo todo, como suelen hacerlo cuando llegan al poder, por lo cual concitan el rechazo de las fuerzas conservadoras y, en el caso español, no lograron triunfar. En su narración la autora, que está identificada con la cultura española, asume lo que aconteció en la Guerra Civil Española y, en la introducción de su obra plantea la siguiente consideración: “El año de 1939 ponía punto final a la guerra civil española. La tierra ibérica había sufrido las peores heridas de su historia. Guerra de terror entre hermanos y amigos cuyas ideas se repartían en todas las corrientes políticas y filosóficas conocidas hasta entonces en el mundo occidental. Nacionalistas, anarquistas, comunistas, republicanos, fascistas, franquistas, falangistas, todos luchando por la libertad y la igualdad. De este pandemonio de terror, hambre, muerte y violación, surge victorioso el caudillo Francisco Franco, que trató de instaurar el orden mediante un gobierno de férrea dictadura. Este tipo de gobierno generó toda índole de protestas extranjeras que impidieron el inicio de la democracia en España. Recién acababa la Guerra Civil, en 1939, empezaba la Segunda Guerra Mundial, durante la cual España se mantuvo neutral”.
La escritora Lissette Vega de Purcell, en Una vez… dos vidas, se inspira en la historia de España y, naturalmente, esa historia la vincula con nuestro país. Ella es dominicana con raíces hispánicas, como tienen muchos dominicanos. Nuestro país fue colonizado por españoles en la etapa inicial del descubrimiento del Nuevo Mundo y, desde luego, heredamos no solo la lengua de los colonizadores, que es el español, sino también la cultura hispánica, que es determinante en la cultura hispanoamericana y dominicana, y de hecho nuestra historia ha estado forjada con el aporte que nos legaron los españoles desde que se establecieron en esta isla caribeña en 1492.
Lisette Vega de Purcell recrea una relación del impacto que ella escuchó de sus mayores, porque ella no había nacido entonces. Los comentarios de sus padres, que vivieron el azote del ciclón, y el impacto que esa furia de la naturaleza produjo en la gente, sobre todo en los sectores deprimidos de la sociedad por la destrucción que produjeron los fuertes vientos, como han relatado otros escritores, con la actitud que generó en los habitantes el sentimiento de aniquilación de una ciudad que al mismo tiempo comenzaba con un nuevo régimen, que le tocó al inicio de su gobierno enfrentar esa dura realidad. Entonces la señora Vega de Purcell recrea ese pasado, una forma de ubicar y valorar el sentido histórico para despertar la conciencia de los dominicanos, conforme se aprecia en la parte inicial de este relato según refiere el siguiente pasaje: “El 3 de septiembre de 1930, la pequeña ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana sufrió una de las más espantosas catástrofes atmosféricas de su efímera historia. Había pasado el poderoso ciclón San Zenón. Unos cuatro mil muertos y veinte mil heridos fue el saldo de pérdidas humanas en la muy pobre Ciudad Primada de América...”.
Sabemos que una obra narrativa no es solo narración, es decir, relato de hechos y episodios ejecutados por individuos en tales o cuales circunstancias. Y también incluye descripción, aspecto que le da un encanto a la narrativa. De hecho, no hay una buena novela que no tenga apropiadas y elegantes descripciones de la realidad donde acontecen los hechos que se narran. En esta obra narrativa de Lisette Vega de Purcell hay agradables pasajes descriptivos que confirman y revelan el talento literario de la autora.
Corresponde al autor de una novela crear, en el ámbito de la ficción, una visión social, moral, estética y espiritual de la realidad que inspira su ficción, como lo hace Lisette Vega, en Una vez… dos vidas. Corresponde al novelista aplicar los recursos compositivos del arte de la novelación (narración retrospectiva o cronológica, evocaciones y superposiciones, correlación entre la realidad evocada y la historia real, confrontación dramática o festiva, pinceladas narrativas y descriptivas de las situaciones, como hace la autora de esta novela en un revelador retrato de personajes, ambientes y ocurrencias. Corresponde al novelista formalizar la caracterización de personajes, la descripción de ambientes y la narración de los hechos que articulan la sustancia de la novelación, como lo hace la creadora de esta ficción Lissette Vega de Purcell, en Una vez…dos vidas.
La autora de esta novela sabe lo que es la fascinación de la alta cultura, el encanto que supone tener acceso, no solo a los valiosos libros de autores universales, sino también frecuentar la audición de música clásica, sentir la fascinación de las visitas a renombrados museos, como el Museo del Prado, de Madrid, o el Museo del Louvre, en París, donde se pueden apreciar grandiosos pintores, como Monet o Renoir, y hermosas catedrales, como las de Francia, Italia y España, y grandes palacios y avenidas, como los de Londres, Roma y Madrid, todo lo cual constituye una especial remembranza para la autora que tuvo la dicha de vivir en Europa y visitar esas grandes ciudades con especial atención a los altos centros culturales y el contacto con escritores, que esta atractiva novela de Lisette Vega refiere en diversos pasajes.
Son muchos los aspectos que un lector atento puede apreciar en una novela como la titulada Una vez… dos vidas, de Lisette Vega de Purcell, porque una novela es una radiografía de la realidad cultural de un país y de una época en que se desenvuelve, ya que la novela lo refleja todo, lo revela todo, lo plantea todo. De ahí que la novela es una radiografía de una sociedad y, en tal virtud, es natural que esta autora, que engalana sus textos con hermosas descripciones y narraciones de viajes y de contactos de alta intelectualidad en ese nivel de alta prosapia académica y cultural, es natural, repito, que a ella le llame la atención el limitado vocabulario de nuestro pueblo, la pobreza léxica y gramatical de nuestros hablantes, pues ella, como cultora de la palabra y creadora estética le desconcierte la limitación verbal de nuestros hablantes, y por eso en un pasaje da una pista, o mejor dicho, describe un perfil del habla de los dominicanos, aspecto que le llama la atención, pues quien le pone atención al lenguaje del dominicano se da cuenta de su pobreza léxica y, desde luego, también de la limitación conceptual de su pensar justamente por la pobreza de su vocabulario y su conocimiento gramatical, y no hablemos de la fonética ni de la capacidad de comprensión y de interpretación.
Esta novela de Lisette Vega de Purcell es una narración viva y entusiasta, emotiva y elocuente, detalle que hace que el lector la lea con especial motivación por ese aspecto afectivo que le da a la novela un especial encanto derivado del aliento jubiloso y entusiasta su formalización. Y en tal virtud, Una vez… dos vidas, como novela tiene una entonación festiva y gozosa por el aliento afectivo que le imprime la autora a la ficción. Y esa connotación emotiva le otorga a esta novela una virtual motivación que entusiasma al lector en la lectura de sus párrafos y capítulos. Se trata de una novela que, en lugar de transmitir desaliento y frustración, concita alegría y fascinación ya que los diferentes pasajes concitan un fervoroso encanto por la vida, y ese detalle es parte de la fascinación que esta novela despierta en el lector, lo que le otorga a la autora un singular puesto en la galería de los novelistas dominicanos.
[El original de este ensayo de Rosario Candelier consta de 4890 palabras y ha sido editado por el escritor Rafael Peralta Romero para quedar en 1770]









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