Ingrid González de Rodríguez
Los agujeros negros o “singularidades” que suelen estar en los centros de las galaxias, incluida la nuestra, la “Vía Láctea”, que cuenta con uno enorme, son regiones del espacio- tiempo que los astrofísicos describen señalando su característica principal: poseen una fuerza gravitatoria tan intensa que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de ella. Se forman cuando estrellas muy densas colapsan bajo su propia gravedad. El agujero negro de la “Vía Láctea” tiene la masa de un millón de soles y está ubicado en una región de 10 millones de kilómetros, es un pozo tan profundo que cualquier cosa que se acercara a sus bordes caería directamente y no podría volver a salir. No se sabe como ni cuando se formaron los agujeros negros, pero en razón de que parecen afectar el crecimiento de las galaxias los científicos creen que podrían haber aparecido desde “el primer día”, o tal vez se originaron poco después del big bang, por la colisión de millones de estrellas en un punto preciso de la lámina espacio- tiempo de Einstein. No se descubrieron hasta los años 60 del siglo XX, no obstante el concepto de “agujero negro” se empezó a desarrollar en el siglo XIII, por John Michell y el matemático Pierre- Simón Laplace.
En el año 2017, una explosión estelar acaecida en los confines del universo fue captada en Chile por el “Observatorio Europeo Austral” situado en el desierto de Atacama. Tal hecho, facilitó una investigación que permitió reconstruir el momento de la formación de los agujeros negros: “El cielo de Chile permitió confirmar una vez más la teoría de Einstein” dijeron los científicos. Las observaciones llevadas a cabo con el enorme telescopio “ESO” del observatorio reconfirmaron, por primera vez, los efectos predichos por la relatividad general de Einstein sobre el movimiento de una estrella que pasa por el intenso campo gravitatorio del agujero negro supermasivo del centro de la Vía Láctea.
El telescopio ESO en Chile
Este resultado tan buscado fue el punto culminante de una campaña de observación de 26 años con el telescopios de “ESO” en Chile”. Posteriormente, la revista “Nature” publicó un trabajo sobre el tema donde se explica que las explosiones estelares emiten tanta energía e intensidad como el sol y producirían, según los modelos teóricos, una “monstruosa peonza” que finalmente formó el agujero negro. Los datos obtenidos en Chile fueron la base de la investigación y han permitido detectar una “luz polarizada circularmente”, durante la explosión de millones de estrellas, que sería la consecuencia directa de un agujero negro “recién creado” en los confines del universo.
Fenómeno astrofísico extremo: el agujero negro
El trabajo publicado en “Nature” explica todo lo relativo al momento, en el que, tras la muerte de una estrella grande y muy densa se forma el cuerpo celeste que los científicos ha llamado “agujero negro”. Lo cierto es, que los descubrimientos de la ciencia moderna son admirables y avanzan cada día. Tal como decía Aristóteles “La necesidad de saber es consustancial al ser humano y se ajusta a su misma naturaleza, a su esencia”. Los filósofos griegos presocráticos fueron figuras cruciales en el desarrollo del pensamiento científico. Y aunque no emplearon el método científico tal como lo conocemos actualmente, sin embargo, sus ideas fundamentaron las bases para el posterior desarrollo de la ciencia, lo que hoy, ha hecho posible descubrimientos grandiosos.
¿Porqué estudiar la estructura de los agujeros negros? Su estudio es básico para comprender fenómenos astrofísicos extremos y la naturaleza del universo. La investigación en astrofísica extrema incide directamente en el desarrollo de tecnologías innovadoras que tienen aplicaciones en la tierra, como la detección de ondas gravitacionales y el desarrollo de nuevas técnicas de observación astronómica. Comprender fenómenos astrofísicos extremos no sólo proporciona información sobre la evolución y el destino del cosmos, sino que también tiene implicaciones prácticas y tecnológicas importantes para la humanidad.
Comments