Des de principios de la década de 1990 se popularizó en la República Dominicana la idea de que separar las elecciones municipales y legislativas de las presidenciales evitaría el arrastre (el arrastre es cuando el partido en la Presidencia gana la mayoría de las posiciones electivas a otros niveles por la influencia del presidente).
En la crisis electoral de 1994 se aprovechó entonces la reforma constitucional que redujo el período de Gobierno de Joaquín Balaguer a dos años, para establecer que en 1996 se celebrarían solo elecciones presidenciales y en 1998 solo elecciones municipales y legislativas. Así seguiría el calendario con elecciones separadas a dos años.
Desde aquel entonces expresé mis críticas a esa modalidad de separación de elecciones por lo siguiente:
1) En elecciones no presidenciales la abstención es mayor, por tanto, las autoridades electas pierden legitimidad electoral; 2) en los países de extenso clientelismo, como la República Dominicana, el partido en el poder tratará de influir con prebendas para tener mayoría legislativa y municipal; 3) es más costoso organizar dos elecciones; 4) en el caso del Congreso, un presidente tiene que gobernar un período de cuatro años con dos congresos de composición diferente; y 5) la República Dominicana es una república unitaria pequeña, no federal.
Leonel Fernández aprovechó la reforma constitucional de 2010 para modificar nuevamente el sistema de separación de elecciones. Esa Constitución estableció que en mayo de 2010 los funcionarios municipales, diputados y senadores se elegirían por seis años para unificar las elecciones en el 2016, y a partir de 2020 se separarían de nuevo a tres meses, celebrando primero las municipales en febrero y las presidenciales y legislativas en mayo.
La unificación de las elecciones en el 2016 benefició sin duda al PLD, pero resolvía el problema de celebrar elecciones separadas cada dos años. Sin embargo, la idea de separar las elecciones prevaleció, ya que a partir de 2020 se separarían nuevamente.
Las elecciones de 2020 fueron de cambio de Gobierno. Mucho tuvo que suceder para que el PLD saliera del poder después de 16 años consecutivos gobernando, y en ese contexto de cierta turbulencia política no se habló de los problemas de separar las elecciones municipales a tres meses de las presidenciales-legislativas.
Ahora, en un ambiente de mayor normalidad política, las elecciones del 18 de febrero probablemente demuestren que la separación de elecciones no necesariamente elimina el arrastre, ya que el partido en el poder despliega sus recursos clientelares. También es muy probable que habrá mayor abstención en febrero que en mayo. Y, sin duda, se gastará más dinero público celebrando elecciones separadas.
Realizar elecciones en febrero es además un estorbo. La gente está en celebrar el amor, la amistad, el carnaval y las fiestas patrias.
El otro problema en estas elecciones municipales es el voto preferencial para elegir regidores. Son muchos escaños por circunscripción y la mayoría del electorado no conoce los candidatos que postulan los distintos partidos para evaluarlos y escoger uno/a entre tantos.
En cualquier modificación futura al sistema electoral debería prevalecer la sensatez.
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