Por: Fernando Hiciano
La Prensa
En nuestra escuela se está construyendo el futuro de la nación, pero vemos con preocupación cómo brota la falta de compañerismo entre estudiantes, las muestras de ausencia de valoración entre ellos mismos, la desconexión con su rol estudiantil, y las nuevas escaladas de violencias que aspiran poner la convivencia escolar bocabajo. Pero de ¿dónde viene ese comportamiento inadecuado de algunos estudiantes? ¿Viene arrastrando desde la familia? ¿Cómo están criando los padres a sus hijos en el hogar? ¿Les infringen un miedo aterrador que son incapaces de encontrarse consigo mismos y todo su entorno familiar? ¿Los avergüenzan, haciéndoles incapaces de tener sentido de pertenencia, de no quererse, ni amar a los demás y de ver extraño hasta su propio cuerpo? ¿Los dejan al abandono para que sea el chico quien tome la iniciativa de su comportamiento? O ¿son sometidos a cargar una culpa, llevándola en el hombro por todo el resto de su vida, sin poder construir su sueño, ni siquiera levantar la vista al cielo?
Decimos que los muchachos están desconectados de la realidad, pero posiblemente fuimos nosotros quienes desenchufamos a nuestros hijos de la sociedad, sembrándoles desde el hogar una mala crianza, y exponiéndoles a los antivalores que tantos estragos hacen en toda su existencia.
La sociedad es el espejo de la familia. Aunque la calle sea una atracción que influye negativamente en el niño, es obvio que la buena crianza funciona como un dique de contención o un mecanismo de defensa que protege a nuestros chicos del peligro. Algunos padres se quejan de que la calle les arrebató a sus hijos, diciendo: “la calle me robó mi muchacho y ahora es un antisocial,’’ pero nos preguntamos, ¿tuvo esa crianza paternal la fortaleza suficiente para enfrentar toda esa carga negativa que ejerce la calle en el individuo?
Si el infante no tiene sentido de pertenencia, (que no es el apego desenfrenado y compulsivo al que nos referimos y que tanto daño le ha hecho a la humanidad) el niño no podrá discernir cuando algo es bueno o malo, ni se sentirá involucrado con lo sucede en su propia familia. Tampoco valorará los triunfos del hogar, ni menos se alegrará con el éxito de su gente, ni sufrirá por aquellos episodios cruciales que sucedieren en la familia. Verá todo ajeno, ni tendrá la capacidad de valorar los esfuerzos que hicieron posible el bienestar que han cosechado el éxito de la casa. Mientras tanto, en la escuela se comportará con frialdad. Estará ajeno a todo, importándole un bledo que todo sea destruido. Generalmente son propensos a consumir estupefacientes y sustancias tóxicas, y en ocasiones pueden caer en el homosexualismo.
Mientras el miedo es un yugo miserable, vil, que mantiene al individuo postrado, impidiendo todas las posibilidades de emprender un proyecto de vida. Al final de cuentas acaban por hacerse daño, siendo dependientes hasta de personas antisociales.
Sembrarle la culpa a nuestros hijos de todo lo malo que pasa en el hogar es sembrar de cizañas el arado. Y es una forma de llevarlos al patíbulo y sepultarlos poco a poco en el camposanto: “por ti estamos pasando toda esta desgracia…” Estas palabras se vuelven una mancha indeleble en la conciencia del infante y es difícil salir de ese abismo, provocando que el chico no pueda ver la luz en medio de la oscuridad. Tendrán continuas y prolongadas pesadillas, mientras padecerá episodios suicidas y macabras contra su misma gente.
Sin embargo, no todo está perdido. Si los padres establecen una relación de amistad con sus hijos, manteniendo una comunicación recíproca, asidua y periódica, creando un clima de confianza y siempre abierto a escucharlos estaremos construyendo la civilización del amor. Pero poco sirven las palabras, si damos a nuestros hijos otro ejemplo con los hechos.
La primera escuela viene de la familia. Tenemos que ir construyendo el ciudadano del futuro, capaz de ser sociable, amigo de la naturaleza y capaces de ser entes de paz.
Al momento de entregarles nuestros hijos a los profesores, asegurémonos de que sean tierras fértiles para hacer posible la construcción de un mejor porvenir y en un ambiente favorable para la convivencia escolar.
Algunos datos son extraídos de:
1) Habilidades Parentales 2022
2) Seminario Nacional de Familias 2022
3) Familias 360, de la autoría de Bienvenido Flores.
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