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¿Y por qué no Franklin García Fermín o Roberto Fulcar?

  • revistalaprensa55
  • 14 jul
  • 2 Min. de lectura
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Por Hilario Manzueta

El Partido Revolucionario Moderno (PRM), organización que hoy detenta el poder y ha transformado sustancialmente el panorama político dominicano, cuenta en su interior con un amplio espectro de figuras que, por méritos propios, podrían aspirar con legitimidad a la presidencia de la República.

Hasta el momento, ya suman al menos diez los dirigentes que han manifestado —de forma abierta o velada— su interés por encabezar la boleta presidencial de cara al 2028. Algunos de ellos reúnen condiciones que ameritan respeto y análisis; otros, lamentablemente, no superan la prueba mínima de legitimidad histórica ni de madurez política para tal responsabilidad.

Llama poderosamente la atención que dentro del propio partido existan figuras con sobradas condiciones personales, políticas, académicas y administrativas para aspirar a dirigir los destinos de la nación, y sin embargo, han optado por el silencio. Ya sea por prudencia, por lealtad al liderazgo actual o por entender que aún no ha llegado el momento, permanecen en un discreto segundo plano.

Dos nombres saltan a la vista por su trayectoria, formación y compromiso con el partido y el país: los doctores Franklin García Fermín y Roberto Fulcar.

García Fermín, con una hoja de vida académica y de gestión admirable, ha sido Rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Ministro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, y referente en el fortalecimiento institucional de áreas fundamentales para el desarrollo nacional. Su impronta como gestor público ha sido reconocida más allá del ámbito partidario, y su capacidad de diálogo y concertación lo perfilan como un presidenciable que podría aportar mesura, conocimiento y visión estratégica.

Roberto Fulcar, por su parte, ha sido una figura central en la génesis del PRM y en el ascenso de Luis Abinader al poder. Su desempeño como Ministro de Educación —aunque no exento de desafíos— lo posicionó como un hombre de ideas claras, con una concepción progresista del Estado y con firmes raíces en la lucha social y educativa. Su capital político sigue vigente y es reconocido dentro y fuera del partido.

Ambos tienen una ventaja comparativa frente a varios de los aspirantes actuales: su historia de servicio, su solvencia ética, su sentido institucional y, sobre todo, su comprensión de que las candidaturas no deben surgir del capricho o del marketing vacío, sino de una acumulación de méritos, preparación y compromiso nacional.

Tal vez el momento no les parezca oportuno; tal vez sientan que deben esperar que maduren otras circunstancias. Pero, en una democracia viva, como la que aspiramos a consolidar, el debate de ideas y la exposición de liderazgos diversos es fundamental. El PRM, que nació como una esperanza de renovación ética y política, no debe cerrar las puertas al relevo verdaderamente calificado.

 

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