Residentes se quejan de que a pesar de los daños por las lluvias y de que medios de comunicación han reseñado sus penurias luego del disturbio tropical, ninguna autoridad, ni pública ni privada, ha ido en su auxilio.
Con camiseta azul marino, bermuda negra y tenis blancos, así se vistió Leonardo Medina Sierra con ropa donada por algunos vecinos, luego de quedar sin “nada” tras los torrenciales aguaceros del pasado fin de semana.
"Esto me lo regalaron unos vecinos y cuatro pantalones más", indicó Sierra.
Afónico, afectado de gripe y con ojos tristes son parte de los daños físicos y emocionales que le dejó aquel día. “Todas las noches nos da fiebre, tomamos té, pastillas, a ver cuándo nos recuperamos”, manifestó.
Narró como la crecida del río penetró a su casa llevándose también los “zapaticos” de ir a la escuela de su hijo de cinco años, y que por tal razón hasta el día de hoy, no ha podido retomar las clases.
Indicó que probablemente retorne en dos semanas a clases, en caso de que en ese tiempo reúna el dinero para comprarle unos zapatos nuevos.
Contó cómo lo único que pudo hacer fue agarrar su familia y salir corriendo. “Si nos hubiésemos quedado aquí nos ahogamos”, enfatizó el afectado.
La esposa de Medina, empleada de una banca a medio tiempo y quien está en estado de embarazo de cinco meses, no sufrió ningún daño físico pero se le veía caminar de un lado a otro con la mirada perdida, mientras su esposo contaba como perdieron lo poco que le habían comprado al bebé que esperan.
Sierra asegura que se refugiaron en casa de una vecina. "Ahora vamos a dormir los tres en una camita de la hermana mía que me prestó mi papá hasta que me pueda estabilizar bien”, añadió.
La casa de Sierra, ubicada en La Yuca de Sabana Perdida, se observa totalmente deteriorada, zinc oxidados, las tablas de madera desprendidas por la presión del agua, piso enlodado y los ajuares acumulados en una esquina.
Medina Sierra es técnico en una empresa privada y manifestó que lo que gana son “14,000 pesos mensuales” y no le alcanza para poder recuperarse por lo menos durante un largo tiempo.
“Me va a tomar por los menos dos años y medio recuperarme. Tengo que comprar todo, empezar de cero”, dijo el afectado con voz casi inaudible.
Expresó que a veces le toca pasar el día entero “a agua” ya que tiene que cubrir dos turnos, en su jornada laboral y solo le dan 150 pesos para la comida.
“Eso no alcanza para nada, una comida ahora mismo cuesta 250 pesos”, concluyó Sierra.
Otros residentes se quejan de que a pesar de los azotes de las lluvias y de que LISTÍN DIARIO y otros medios han dado continuidad a los estragos que dejó el disturbio tropical en esta comunidad, ninguna autoridad, ni pública ni privada, han ido en su auxilio.
Resaltan que hay más afectados en diferentes proporción, como es el caso del apodado Ángelo, quien es un padre de familia y pequeño comerciante que quedó en la quiebra y sin sus ajuares.
“Yo tenía una pequeña cafetería, vendía tostadas, jugo y también hago servicios de plomería y nos quedamos sin nada”, dijo Ángelo.
Manifestó que él, su esposa y su hija se han estado quedando donde su suegra y que ya por el tiempo transcurrido se han visto en la necesidad de volver a su casa. “Solo Dios sabe cuándo nos recuperemos de esta”, concluyó.
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