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David: El “enano” que venció al “gigante” Goliat

  • revistalaprensa55
  • hace 11 minutos
  • 2 Min. de lectura


POR RAFAEL SANTOS

La grandeza de Dios es tan grande (valga la redundancia), que son infinitas su bondades y su amor hacia la humanidad. Esto es algo que para quienes hemos depositado nuestra confianza en él, es más que un tesoro al que veneramos por los siglos de los siglos.

Al comenzar el día y como siempre, me senté en mi oficina y mientras escuchaba a Radio Ven con sus enriquecedores mensajes mañaneros, cogí mi Biblia y la abrí justo en el capítulo 17 del libro 1 de Samuel.

Allí y a través de sus 58 versículos leí la interesante historia del “gigante” Goliat contra el “débil” David, un muchacho de campo cuyo  aspecto físico llenó de una falsa seguridad, muy propia en aquellos que solo tienen como su resguardo protector a su propia fortaleza y a su escudo de guerra.

Sin embargo, David, ese humilde pastor de ovejas,  a lo mejor de mirada simple y sin apariencia, tenía algo mucho más grande que Goliat no tenía, y era su confianza en un Dios de poder y de gloria, algo que repetimos, ese gigante corpulento y sus acólitos no conocían ni mucho menos respetaban.

Eso nos da a entender, que tal y como Goliat, así acontece con gran parte de la humanidad, y es que muchas veces confiamos en nuestras propias fortalezas y jamás en un Dios de poder. Nos lanzamos a la batalla olvidando que para todo en la vida es necesario el revestimiento espiritual para poder izar la bandera del triunfo, algo que el gigante no tenia, pues para él lo importante no era eso que David tenia, que era la confianza en el poder supremo de un Dios que nunca ha perdido ni perderá jamás una batalla.

La confianza de David en Dios era tan grande, que aún el Rey colocándole las indumentarias propias para una pelea de esta naturaleza, como traje y su casco protector, este hijo de Isaí rechazó todo eso y armado solo con unas cuantas piedrecitas y una honda, se fue a la pelea contra quien y muy a pesar de poseer un tamaño descomunal, este si tenía sus indumentarias propias de lo que allí se iba a efectuar; una pelea cuerpo a cuerpo.

El resultado cual fue?, sencillo, ese débil muchacho de apariencia delicada se lanzó contra el gigante, confiando en lo que solo una persona de fe pueda tener, la certeza de que Dios no lo abandonaría y de un solo zarpazo dirigió la piedra contra el gigante que protegida su cabeza en más de un 80 por ciento, esa piedra dio justo en el lugar que se necesitaba para que este y en el acto dejara de existir.

Esto no enseña, que muchas veces nos lanzamos a la batalla solo contando con nuestra fortaleza física, obviando que hay algo mucho más fuerte e importante y que de seguro nos da la batalla no importan cuantos gigantes se atraviesen en nuestros caminos, y se llama Jesús.

 

 

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