Marien Aristy Capitán
El miedo y la indignación les puede. Tras el brutal asesinato del ganadero Eugenio Medina (Papito), de 60 años; su esposa Carmelina Cabreja Ramos, de 49; su hijo Daniel Medina, de 20; y Charly Quezada, un amigo de apenas 17, la gente de la comunidad de Aminilla (Partido, Dajabón) está intranquila. El hecho tuvo lugar la madrugada del lunes pasado, 4 de septiembre, apenas un mes y dos días después de otro hecho con los mismos ribetes: desconocidos entraron a la casa de Manuel Rodríguez, un prestamista de 51 años al que asesinaron, donde además hirieron a su padre Francisco Rodríguez, de 81 años, y a dos adolescentes de 16 y 13 años. De tan cansados, el alcalde de Dajabón, Santiago Riverón, anunció la creación de un comando de voluntarios armados que patrullará las calles y sectores de la provincia para enfrentar las bandas de haitianos que cruzan la frontera para cometer crímenes y robos. Lo que puede devenir con ese comando no es alentador: civiles armados haciendo justicia es sinónimo de contienda. Aunque la reacción es comprensible, el Gobierno debe evitar un río de sangre. Resta esperar que les haya dado algo de paz la respuesta de la Policía al anunciar la desarticulación de la banda que les llevaba el terror.
Comments