De la peste negra al coronavirus, reflexionamos acerca del futuro de las pandemias con un repaso de los brotes más devastadores de la historia desde los primeros registros datados en la Edad Antigua.
Desde los inicios del turbulento 2020, la ciencia trabaja a contrarreloj en la investigación de la COVID-19. Desde que fue declarada pandemia global por la Organización Mundial de la Salud (OMS), las cifras del coronavirus han continuado su ascenso, transformando la realidad de todos los países hasta el último detalle de nuestro día a día. El 5 de mayo de 2023, más de tres años después, la OMS declaró el fin de la pandemia por COVID-19. “Ayer, el Comité de Emergencias se reunió por decimoquinta vez y me recomendó que declarara el fin de la emergencia de salud pública de importancia internacional. He aceptado ese consejo. Por lo tanto, declaro con gran esperanza el fin de COVID-19 como emergencia sanitaria internacional”, anunció doctor Tedros Adhanom Gebreyesus, director general de la organización.
Según los datos de la OMS, en estos más de tres años, se han notificado a nivel global casi 7 millones de muertes, "pero se sabe que el número de víctimas es varias veces superior: al menos 20 millones, según los datos que maneja", avisaba la nota de prensa de Naciones Unidas. Además de los fallecimientos, el doctor Tedros recordó que los sistemas de salud se han visto gravemente perturbados y millones de personas no han podido acceder a servicios sanitarios esenciales, como las vacunas infantiles, vitales para salvar vidas: “El COVID-19 ha dejado al descubierto y ha exacerbado las divisiones políticas dentro de las naciones y entre ellas. Ha erosionado la confianza entre las personas, los gobiernos y las instituciones, alimentado por un torrente de desinformación. Y ha dejado al descubierto las desigualdades más acuciantes de nuestro mundo, siendo las comunidades más pobres y vulnerables las más afectadas, y las últimas en recibir acceso a vacunas y otras herramientas”.
En los tres años que ha durado la emergencia sanitaria internacional, los casos rozan los 14 millones en España y los 760 millones a nivel global. Aunque obtener la cifra real de fallecidos es difícil, en España superan los 120 000, según datos del Ministerio de Sanidad. Sin embargo, al analizarlas a través de un prisma global, las cifras del COVID-19 aún están lejos de sus competidores más letales de la historia.
PLAGA DE JUSTINIANO (541-542): 25-50 MILLONES DE MUERTES
La información sobre las enfermedades del pasado es más desconocida cuanto más retrocedemos en la historia. Sin embargo, existen evidencias que sugieren que la llamada Plaga de Justiniano se encuentra en cuarto lugar entre las más devastadoras, con cifras de mortalidad entre los 25 y los 50 millones de personas fallecidas. Según las estimaciones demográficas del siglo VI, supuso la muerte de entre el 13 y el 26 % de la población.
Su origen se halló durante el Imperio bizantino en las ratas que viajaban cientos de kilómetros en los barcos mercantes, que navegaban hacia los distintos rincones de Eurasia entre el año 541 y 549. La plaga fue recurrente en las zonas cercanas a los puertos del Mediterráneo hasta aproximadamente el año 750.
Los lugares más aceptados como en origen de la pandemia nos llevan a los enclaves comerciales del este de África, y su causa más aceptada se halla en la bacteria Yersinia pestis, como en el caso posterior de la Peste Negra, aunque proveniente de una cepa diferente. En este caso, su nombre hizo referencia al emperador romano Justiniano I que regía entonces el Imperio bizantino.
LA PESTE NEGRA (1347-1351): 75 - 200 MILLONES DE MUERTES
La epidemia más devastadora de la historia de la humanidad, la peste negra, terminó con la vida de entre 75 y 200 millones de personas en el siglo XIV. El brote repentino de esta enfermedad afectó, según estiman modelos de predicción actuales, entre 75 y 200 millones de personas, que traducido a porcentaje se encuentra entre un 30 y un 60 por ciento de la población de Europa.
De acuerdo a los datos actuales, el inicio de la pandemia tuvo su epicentro en Asia y se extendió a través de las rutas comerciales hacia Europa hasta alcanzar su pico máximo entre 1347 y 1353. Aunque durante siglos se ha culpado de su origen a las ratas, un estudio de 2018 sugirió que se propagó a través de las pulgas y los piojos de las personas. La fiebre, la tos, las manchas en la piel y otros síntomas como la gangrena que dio nombre a la epidemia se extendieron como la pólvora por el norte de África, Asia, Oriente Medio y Europa con una mortalidad muy alta.
Aunque la gravedad de la plaga fue diferente según la zona, los estragos de sus consecuencias a nivel económico, político y social fueron abrumadores, sobre todo cuando la opinión pública comenzó a culpar a los judíos como responsables del envenenamiento de los canales de agua potable.
La medicina de aquella época era aún tan básica que no estaba preparada para investigar la causa de la enfermedad, por lo que los historiadores, médicos y biólogos no hallaron consenso sobre si la raíz de la plaga fue una variante de la peste bubónica u otra enfermedad distinta. A lo largo de los años posteriores, la mayoría de variedades de Yersinia pestis se han encontrado en China, lo que podría indicar que la epidemia se originó en aquella región.
Ahora, un nuevo estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha demostrado que la mortalidad de la peste negra tuvo un impacto muy desigual gracias al análisis del polen fosilizado recogido en Europa. El trabajo, publicado en Nature Ecology and Evolution afirma que la mortalidad no fue tan homogénea como reflejan los libros de historia.
“Hemos descubierto que la considerada peor pandemia de la historia tuvo un impacto devastador en algunas regiones, como Escandinavia o Francia, mientras que en otras, como en Irlanda o la Península Ibérica, el impacto fue mucho más discreto”, afirma Reyes Luelmo, investigadora en el grupo de arqueología medioambiental del Instituto de Historia del CSIC.
A través del estudio del polen, los investigadores han reconstruido la historia del desarrollo de las actividades económicas relacionadas con la agricultura y la ganadería, lo que les ha llevado a conocer la interacción de los humanos con el entorno. “Supuestamente, una epidemia con tal caída demográfica habría provocado por entonces que los bosques se recuperaran ante un menor impacto humano sobre ellos y, en paralelo, que tanto la agricultura como la ganadería sufrieran una notable deceleración o incluso cese absoluto", explica José Antonio López, investigador del Instituto de Historia del CSIC.
Según explican los investigadores, al basarse en el estudio más allá de los datos cuantitativos que normalmente solo reflejan la realidad de las grandes urbes, han constatado las altas tasas de mortalidad en Francia, Escandinavia, Alemania, Grecia e Italia, mientras muchas regiones de Europa Central y Oriental, incluidas la península ibérica e Irlanda, muestra que la actividad agrícola no cesó.
"Las pandemias son fenómenos complejos que tienen historias regionales y locales. Hemos visto esto con el covid-19, ahora lo hemos demostrado para la peste negra", afirma Adam Izdebski, del Instituto Max Planck.
VIRUELA
También bautizada en honor a las pústulas que provoca en la piel, la viruela fue una pandemia devastadora con una tasa de mortalidad de un 30%, especialmente alta entre niños y bebés. A pesar de que se desconoce su origen, existen evidencias de su existencia en una época muy temprana, ya que se han hallado restos en momias egipcias datadas del siglo III a. C.
A través de la historia, la enfermedad se propagó en brotes periódicos y se expandió de forma masiva cuando los conquistadores llegaron al nuevo mundo: según las estimaciones, unas 400 000 personas morían cada año en la Europa del siglo XVIII y un tercio de aquellos que lograban sobrevivir desarrollaba ceguera o quedaban desfigurados.
La Organización Mundial de la Salud declaró su erradicación en 1980, tras diversos esfuerzos por globalizar las campañas de vacunación. Sin embargo, se estima que la viruela mató hasta 300 millones de personas solo en el siglo XX y hasta 500 millones en sus últimos 100 años de existencia.
Camas con pacientes en un hospital de emergencia de Kansas, en medio de la epidemia de gripe que golpeó Estados Unidos durante la guerra y fue transportada en los barcos a través del Atlántico.
Previo a la aparición de la vacunación, en China se practicaba la inoculación para prevenir la enfermedad al menos desde el siglo X d. C. Siglos más tarde, la británica Mary Montagu observó cómo los circasianos que se pinchaban con agujas impregnadas en pus de viruela nunca contraían la enfermedad, lo que significó uno de los mayores aportes a este respecto en Occidente hasta que el científico Edward Jenner desarrolló la vacuna 90 años más tarde.
Tras las campañas de vacunación el virus quedó erradicado, excepto por las reservas en estado criogénico que todavía quedan en dos laboratorios de Rusia y Estados Unidos. A pesar de que algunos grupos de expertos han solicitado su eliminación para evitar incidentes, no se llevó a cabo por falta de información sobre el virus.
LA GRIPE ESPAÑOLA (1918-1919): 40-50 MILLONES DE MUERTES
Al contrario de lo que puede parecer debido a su nombre, la Gripe Española mató a más de 40 millones de personas en todo el mundo y no se inició en nuestro país. Aunque no existe un consenso en cuanto a su origen, muchos científicos sitúan sus primeros casos en Estados Unidos en 1918.
En el contexto de una guerra mundial en la que España era neutral, nuestro territorio no censuró la información sobre la epidemia y sus consecuencias, a diferencia de los países implicados en el conflicto bélico, que eliminaron toda información al respecto con el objetivo de no desmoralizar a las tropas y no mostrar sus puntos más vulnerables al enemigo.
Por tanto, los medios de comunicación españoles fueron los primeros en informar sobre la enfermedad, y además, fuimos uno de los países más afectados con 8 millones de personas infectadas y 300 000 personas fallecidas.
“La censura y la falta de recursos evitaron investigar el foco letal del virus. Ahora sabemos que fue causado por un brote de influenza virus A, del subtipo H1N1”, afirma la Gaceta Médica. “A diferencia de otros virus que afectan básicamente a niños y ancianos, muchas de sus víctimas fueron jóvenes y adultos saludables entre 20 y 40 años, una franja de edad que probablemente no estuvo expuesta al virus durante su niñez y no contaba con inmunidad natural”.
El triunfo de la Muerte (Museo del Prado,1562) refleja la agitación social y el terror que desató la peste negra, que devastó la Europa medieval.
Desde su aparición en 1976, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) ha matado a 32 millones de personas, según la Organización Mundial de la Salud. A día de hoy aún hay entre 31 y 35 millones conviviendo con la enfermedad, sobre todo en África.
SIDA 101
En todo el mundo, unos 37 millones de personas viven actualmente con SIDA. Te mostramos cómo el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) provoca SIDA, dónde podría haberse originado el VIH y cómo el SIDA se ha convertido en una de las peores pandemias de la historia.
Este virus infecta las células del sistema inmunitario, mermando la capacidad del organismo para combatir enfermedades. En las etapas más avanzadas del virus sobreviene el síndrome de la inmunodeficiencia adquirida o SIDA, que ha tenido un gran impacto en la sociedad no solo a nivel de salud, sino como fuente de discriminación.
“El VIH/sida sigue siendo uno de los problemas de salud pública más graves del mundo, especialmente en los países de ingresos bajos o medios”, afirma la Organización Mundial de la Salud. “A mediados de 2017, 20,9 millones de personas estaban recibiendo terapia antirretrovírica en todo el mundo. Sin embargo, solo el 53% de los 36,7 millones de personas que vivían con el VIH estaba recibiendo el tratamiento en 2016 a nivel mundial”.
El medio ambiente, la clave para evitar próximas pandemias
«Conservar la biodiversidad se traduce en preservar las vidas humanas». Así de tajante fue el pasado mes de octubre un grupo de científicos de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).
Como conclusión de su reciente estudio, alertaron: las mismas fuerzas que impulsan la extinción de especies, la pérdida de hábitat y el cambio climático provocarán más pandemias en el futuro.
«Sin estrategias preventivas, surgirán pandemias con más frecuencia, se propagarán más rápidamente, matarán a más gente y afectarán a la economía global con repercusiones más devastadoras que nunca», concluyen en el informe.
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