Desde fuera todo es muy bonito, pero asumir la comunicación como oficio “tiene sus bemoles”.
Desde fuera parece muy simple. Cualquiera con acceso a internet y un equipo sencillo hace saber y hasta puede lograr más impacto, informando o desinformando, que cualquier gran cadena internacional. Por eso dicen muchos estudiosos que vivimos esa etapa de “todos comunicando para todos”.
La diferencia suele salir a flote cuando se presenta alguna situación compleja. Como se suele citar de las Sagradas Escrituras, “ahí es que viene el llanto y el crujir de dientes”.
En el ámbito de la comunicación como campo de estudio de las ciencias sociales se suele hablar de “gestión de crisis”. Es como una especie de “dios de los apuros”, del que nos olvidamos en los tiempos de bienestar y felicidad, pero acudimos apresurados cuando “se aprieta la liga” o cuando “la puerca retuerce el rabo”.
Aun así, hay a quienes “no se les abre el pecho”, y se atreven a afrontar situaciones complejas con aquella creencia de que “comunicar es hacer saber”. Por supuesto, ese modo de proceder suele terminar pidiendo auxilio “más rápido que de carrera”.
Estamos hablando de una de las áreas más complejas de la comunicación. Es muy larga la lista de casos que podrían servir de ejemplo. Quizás sirva para ilustrar el manejo que algunos beisbolistas dan a ciertas situaciones engorrosas.
Como ha de recordarse, hace muy poco se provocó “cierto ruido” en torno a nuestro David Ortiz. El hecho ocurrió justamente después de lo que todo beisbolista quisiera lograr: llegar al lugar de los inmortales. Se creó un serio problema de comunicación cuando el Big Papi hizo saber de su más reciente emprendimiento.
Unos defendieron, otros fustigaron, pero ya nadie parece recordar aquel episodio. ¿Asunto de magia? ¿Casualidad? ¿Mala memoria? Ninguna de las anteriores. Simplemente, David cuenta con especialistas para gestionar crisis. Se nota, además, que no los busca a la carrera. Y también se nota que él se deja asesorar.
Más recientemente hemos tenido el caso de Fernando Tatis Jr. Revelado el uso de una pomada con sustancia prohibida, su equipo lo sanciona y el joven admite su error. Luego, su padre estalla con declaraciones muy duras. Después, el hermano menor sale atacando a Pedro Martínez por sus comentarios sobre la situación. Es muestra de una pésima gestión de crisis.
Al detonante le sigue el anuncio de su equipo, que desiste de aquella actividad en la que distribuirían muñecos cabezones o “bobbleheads” con la imagen de Tatis Jr. Luego siguió el anuncio de Adidas, que había patrocinado a la superestrella de los Padres de San Diego desde 2020, y decidió rescindir el contrato. Son algunas de las consecuencias de una mala gestión de crisis.
Por fortuna, y ojalá que así continúe, parece que “El Bebo”, como le llaman en su familia, se ha dejado asesorar por especialistas en comunicación de crisis.
En relación con este segundo caso, es destacable la más reciente declaración de Pedro Martínez: «Al que se sienta mal por lo que yo dije, le doy su libertad de expresión». Es que Pedro, además de muy prudente, evidencia que cuenta con asesoría y que se deja orientar.
Como este breve escrito no alcanza para tratar el tema a profundidad, me limito a recomendar respeto por la especialización. También es clave entender que comunicar, más que decir, realmente comienza por escuchar. Incluso, algunas veces implica callar o por lo menos “dosificarse”. Pero lo más determinante es que se trata de una acción que necesita ser antecedida por una decisión estratégica.
Aunque cada caso es cada caso, de modo general se ha de referir que lo mejor de una crisis es evitarla. A eso ayuda la comunicación, y lo hace mejor a tiempo y de manera sostenida, mucho más que cuando ya estamos en apuros.
Otro tema fundamental es ser creíbles. Aquí vale recordar aquello que se necesita para hablar mentiras y comer pescado, y más cuando vivimos en una especie de caja de cristal. Ser creíbles implica comunicar de manera coherente con nuestra práctica y nuestra trayectoria.
Finalmente, por ahora, es sumamente útil referir, a modo de “patas de una mesa”, cuatro principios que suelen indicar muchos estudiosos para cualquier estrategia de gestión de crisis: anticipación, agilidad, calidad informativa y veracidad.
Como se puede notar, una cosa es con guitarra y otra cosa es con violín.
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