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Duarte en la Restauración

Diómedes Núñez Polanco



A pesar de las dificultades de carácter nacional e internacional, especialmente en el contexto de la coyuntura venezolana tras finalizada la guerra federal, la misión encomendada por el Gobierno Provisorio de la Restauración a Juan Pablo Duarte y a Melitón Valverde en Venezuela y otras naciones de América del Sur, fue un esfuerzo que, si bien no logró todas las metas propuestas, dejó huellas significativas en el ejercicio de la política y el concepto de la ética de su liderazgo.


El Padre de la Patria había expresado, por escrito y con actitudes, su aspiración y decisión irrestricta de permanecer en territorio nacional, pero cambió su posición por razones disciplinarias y de conciencia, en momento crucial de la revolución, cuando el enemigo intrigaba contra su liderazgo, a través de infamias puestas a circular a través del periódico habanero Diario de la Marina. Duarte justificó su decisión, destacando que “ si he vuelto a mi patria después de tantos años de ausencia ha sido para servirla con alma, vida y corazón, siendo cual siempre fui motivo de amor entre todos los verdaderos dominicanos y jamás piedra de escándalo, ni manzana de la discordia”.

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Su visión del regreso a la patria tras veinte años de exilio debió ser muy pensada y conversada en el seno familiar de Caracas, especialmente con su hermana Rosa. Su posición radical frente a los desmanes de Pedro Santana, Buenaventura Báez y demás personeros que no tenían fe en la capacidad de los hijos del país para construir su propio destino, sin depender de potencia extranjera alguna. Probablemente puede verse un poco de luz sobre su decisión del regreso, en Tejera, el 22 de abril de 1888: “…los pueblos cuando menos se espera degeneran, esto no es una reconvención a ese pueblo mío, no, no son ellos ia

La comitiva que acompañó a Duarte desde Caracas, en marzo de 1864, jugó roles estelares en la revolución restauradora. El general Manuel Rodríguez Objío, aparte de comandar tropas, fue ministro de Relaciones Exteriores de dos de los cuatro Gobiernos de la Restauración; cuando Polanco, dirigió el periódico del Gobierno y le tocó escribir la mayoría de los documentos oficiales; también fue secretario personal de Luperón; general venezolano, Candelario Oquendo, fue ministro de Guerra en la administración de Gaspar Polanco; pero, de acuerdo a Rodríguez Objío, “ era de hecho más que un ministro, era secretario privado de Polanco y firmaba en nombre de éste”.

Vicente Celestino Duarte estuvo en el Este bajo las órdenes de Luperón y ocupó el cargo de Comisario Pagador de las tropas. Y Mariano Díez, tío de Duarte, enfermó a poco de llegar de Venezuela; el presidente Polanco lo nombró Gobernador de Azua, cargo que ocupó hasta octubre de 1865. Fue de los que participó en el golpe de Estado contra Pepillo Salcedo.

El capítulo de la presencia de Duarte en el escenario de la Restauración y el subsecuente nombramiento diplomático en Venezuela, en vez de que permaneciera en tierra dominicana, como era su apasionado deseo, ha generado opiniones encontradas. ¿Había resquemores por su presencia o era un desconocido para los jóvenes oficiales que encabezaban la revolución?

Cuando escribió al Gobierno Provisorio anunciándole su decisión de integrarse a la lucha en el terreno de los acontecimientos, Ulises Francisco Espaillat, ministro de Relaciones Exteriores y vicepresidente interino, le respondió:

“…venga, pues General, la Patria le espera, persuadida que a la vez que luchamos por rechazar al enemigo, nos esforzamos por la unión que es lo que constituye la fuerza”.

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