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Casas siguen afectadas; habitantes sacan los trastes dañados por río

Juan María Ram­írez



En sectores como Acapulco, Sabana Perdida, Santo Domingo Norte, así como en Margara, El Tablazo y Tamarindo Adentro, en Santo Domingo Este, decenas de familias no han podido retornar a sus hogares desde que fueron expulsados por la crecida del río Ozama, porque sus viviendas quedaron tapadas de lodo y sin ajuares.

Grecia de Los Santos, del sector Acapulco, expone que a 11 días de las fuertes lluvias que desbordaron al Ozama no ha podido volver a su casa que quedó completamente bajo agua, debido al lodo y a que todos sus ajuares se perdieron.

Recuerda que la furia del Ozama sorprendió a todos los que viven en la parte baja del lugar, a media mañana del sábado 18, por lo que no dio tiempo a que salvaran algo de lo poco que tenían en sus hogares. “No pudimos salvar nada, mire los muebles, la estufa y la nevera ahí tirados, estamos vivos por los vecinos que nos dan la mano”, expresó de Los Santos.

Critica que ninguna autoridad del gobierno haya bajado para determinar las pérdidas de decenas de familias que quedaron prácticamente desnudas y que apenas salvaron sus vidas.

Un milagro

Modesta Cuevas y José Francisco Galván, su esposo, salvaron sus vidas porque fueron rescatados de su casa por una brigada del Cuerpo de Bomberos de SDN, ya que tenían el agua al cuello dentro de su casa número 39, parte atrás.

Narra que como a las 3:00 de la madrugada del sábado tuvieron la osadía de llamar al sistema de emergencia 9-1-1 quienes llegaron junto a los bomberos, que no pudieron llegar a la vivienda, pero lanzaron una soga que amarraron a una silla y fueron levantados y sacados hacia arriba.

“Si los bomberos y el 9-1-1 no acuden a nosotros y unos muchachos que estaban en la parte arriba del barrio, que sabían donde vivíamos los viejitos, hoy no estuviéramos contando la historia, el río nos habría arrastrado”, expone Modesta Cuevas.

Yudelki Milagros Gasset, madre de cuatro hijos, expone que hasta los utensilios de la escuela de los muchachos se perdieron, por lo que todavía no han podido volver a la escuela República de Ecuador, donde estudian.

Lamenta que no haya podido enviar a sus hijos a clase, porque hasta los uniformes se los llevó el Ozama en la parte baja de Acapulco, además de que todavía saca lodo de su vivienda.

“Incluso tengo uno ahí acostado en un mueble con fiebre alta, temo que ahora puedan contraer enfermedades como el dengue, teniendo que permanecer en esta humedad”, alerta Gasset.

Martha Moreno muestra su casa prácticamente vacía porque el río arrasó con muebles, colchones, estufas, nevera y televisión, por lo que estima que la solución a la vulnerabilidad no es la entrega de una fundita un día, sino el traslado a un lugar seguro.

Vidal Minaya, propietario del taller Herrería Minaya, indica que el río subió por encima de las ventanas y daño los equipos que utiliza para trabajar.

Confía en que las autoridades hagan un levantamiento para evaluar los daños en la zona y auxiliar a quienes perdieron todos sus ajuares y establecimientos como el suyo.

Carolina Amparo, madre de dos hijos, también quedó sin nada en su casa número 13 de la calle 16 de Agosto, en Acapulco, narra que vive por la solidaridad de los vecinos de más arriba.

En Tamarindo

En los sectores Margara, El Tablazo y Tamarindo Adentro, en Santo Domingo Este, el grito es el mismo, decenas de familias con sus casas llenas de lodo y los trastes dañados.

Joaquín de León Moreta, de Margara, apenas pudo entrar a su casa para iniciar el proceso de limpieza, ya que un cachón del Ozama arrasó con los ajuares, quedando sin cama, estufa, nevera ni prendas de vestir.

Alba Valdez, quien habita a pocos metros más adelante, pasa por el mismo calvario, luego que se viera obligada a abandonar su hogar con su padre de 100 años de edad. Su padre salvó milagrosamente la vida.

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