Por Edward Canaán
La Prensa
Hay que evitar politizarlo todo. La politización excesiva no solo distancia a los mejores amigos, si no que suele generar vergonzosas fricciones entre familias que han hecho de la armonía su principal escudo de convivencia.
En un sistema democrático las discrepancias son normales, pero llaman a preocupación cuando afectan intereses de gente que no entiende esa normalidad, y cegada por la sinrazón no reparan, incluso, en zaherir la relación pacífica cultivada por generaciones entre familias respetadas, sembrando con ello rencores que pueden llegar a minar la armonía hasta de la propia descendencia.
La tolerancia y la comprensión deben primar por encima de las intransigencias, sobre todo cuando se trata de la familia, algo muy sagrado y que por sobre todas las cosas, debemos defender para continuar evitando estas grietas que por culpa de no saber en ocasiones analizar las diferencias, lamentablemente tienden a separarnos.
Me consta que existen personas que no se prestan a que la política destruya familias y amistades, para ellas vaya todo nuestro reconocimiento, lo que nos hace ver, que es posible la convivencia de la Política y la Familia, algo que es digno de admirar, pero sobre todo de mantener como herramienta primaria de la buena convivencia.
Es tiempo ya de que la práctica política no nos separe, hay que entender que, sin importar las diferencias, debemos aceptar la diversidad ideológica y poner el futuro por delante.
El núcleo de la sociedad es la familia, y en aras de su preservación no podemos permitir que ninguna actitud política pueda ponerla en peligro, pero para ello, se necesitan ciertas dosis de inteligencia emocional para poder separar en la medida de nuestras posibilidades nuestras ideas y así preservar la unidad en nuestros clanes primarios.
Recuerdo a Juan Pablo Segundo, en cartas a las familias, en la cuales refería:
“La familia tiene su origen en el amor mismo con el que el creador abraza al mundo creado”. También manifestaba lo referente a tipos de familias, funcionales o sanas, las cuales son capaces de resolver los conflictos que surgen. Por el contrario, las familias disfuncionales o enfermas, son fuentes permanentes de conflictos y eso es lo que debemos evitar.
Entiendo claramente la importancia de mantener las familias funcionales, de esta forma seríamos capaces y sanos para resolver conflictos que se nos presentan en la vida a diario.
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